En esta primera etapa de una serie de encuentros de formación que tienen como propósito generar aproximaciones al enfoque cultural y social de la discriminación: los prejuicios y estereotipos presentes en las prácticas sociales discriminatorias.
Propone también un abordaje con relación a los grupos históricamente discriminados y a las implicancias de los procesos de invisibilización y naturalización, así como una aproximación a las prácticas sociales discriminatorias y paradigma de la normalidad.
Cuando se habla de discriminación desde una perspectiva social: ¿a qué nos referimos?. Cuáles son las prácticas sociales discriminatorias más frecuentes, sus prejuicios y estereotipos. ¿Quién es el “otro” diferente?. Qué es el paradigma de la normalidad. Por qué naturalizamos e invisibilizamos a los grupos históricamente vulnerados, como los migrantes afro y afrodescendientes. Migrantes de países limítrofes y del interior en las grandes urbes del país. Las personas privadas de la libertad y liberadas. Las mujeres que en tiempos de pandemia no pueden hacer uso de sus derechos laborales por temor a perder el empleo. Los pueblos indígenas. El colectivo LGTBI y las disidencias. Los refugiados y refugiadas. Adultos y adultas mayores. Los niños, niñas y adolescentes. Los jóvenes y el primer empleo. Las personas Sordas. Religiones no hegemónicas (religiones africanistas, musulmana, judía, etc., que conforman la diversidad religiosa).
Las personas con discapacidad que cuentan con una ley para acceder al empleo que pocas veces se cumple o la ausencia de un cupo etáreo para las personas mayores de 50 años en las empresas del sector privado.
Luego de la ponencia de INADI, los presentes tuvieron la oportunidad de interactuar con la especialista, y planificar acciones futuros tendientes a extender el programa de concientización del instituto contra la discriminación hacia el interior de los ámbitos laborales donde ocurren las más brutales prácticas discriminatorias.
Las empresas instalan estereotipos entre los trabajadores sobre aquellas personas trabajadoras que se oponen a sus políticas antilaborales, estigmatizando a la persona como alguien que viene a romper la armonía de la empresa cuando en realidad lo que hace es poner en evidencia las injusticias que ocurren desde siempre.
La violencia epistolar que también ejercen desde los departamentos de recursos humanos y legales de las patronales cuando le responden comunicaciones al personal y despliegan una sinfín de agresiones supuestamente justificadas por la falta de requisitos de la representación sindical que invoca el trabajador, que tienen como origen la discriminación por ideología gremial.
Situaciones de acoso y violencia institucional que continuamente afecta al colectivo de afiliados directos agrupados en el CIS por parte de las empresas donde estos laboran o de grupos reducidos de personas que ocupan cargos en sindicatos que ven afectados sus posicionamientos, y que no son más que expresiones corporativas que hacen incurrir tanto a la empresa como a la organización sindical que ejerce la discriminación de manera directa o indirecta, en hechos de acoso en el seguimiento de las actividades sindicales los activistas para luego aplicarles la discriminación ideológica, la violencia epistolar en cartas documentos o comunicados de redes, más la acción corporativa que estos sindicatos realizan en defensa de las patronales o de sectores sindicales con los bloques sindicales unipersonales políticamente afectados, figurada como solidaridad con supuestas víctimas que resultan ser victimarios, y en su conjunto configuran una clara violación del Convenio 190 sobre la violencia y el acoso de la Organización Internacional del Trabajo, además de la ley antidiscriminatoria entre otra legislación, que resulta de suma importancia que los trabajadores conozcan sus derechos y los puedan ejercer a tiempo de manera organizada, uno de los principales objetivos del Sindicato Joven CIS, cuando impulsa este tipo de actividades.
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