CIS OPINA.- 08/11/2020.- La caída de *Cavalieri marca el fin de una época para una generación de dirigentes sindicales impuestos por las dictaduras y sostenidos por los gobiernos democráticos. El y su séquito -que debieron jubilarse hace 20 años- ya no son el problema principal, porque perdieron el poder cuando en 2018, más de 10 mil trabajadores los derrotaron en las urnas apoyando al frente de alianzas que actualmente lo mantienen Ramón Muerza y Edgardo Romero.
El desafío para cualquier opositor/a que quiera cambiar para bien las cosas como están, estará en la elaboración de propuestas que trasciendan a la mera ambición por el cargo y centre el objetivo en el deber que implica cada función. Votar a un candidato para que se encierre en el sexto piso de la sede y tercerice el trato con otro Migliore de UPCN, es cavalierismo rejuvenecido.
Esa forma de dirigir el sindicato de comercio de Capital Federal, que trasciende a Cavalieri, también pondrá a prueba en los próximos años a una veintena de conducciones cavalieristas en el resto del país.
El cavalierismo hizo posible que todo empleado de comercio que se jubila por estos días, transcurrió toda su vida laboral con el mismo convenio colectivo y eso expresa la inercia del sindicato de comercio en beneficio del trabajador que supuestamente representa, porque si hubo modificaciones en las condiciones de trabajo fueron a la baja.
Por ejemplo, el regresivo convenio de empleados de call center que re-implanta los contratos basura de los 90’, la reducción en el cobro del seguro de retiro, los consecutivos acuerdos salariales sin una sola asamblea que lo respalde, el abandono a los delegados y sus representados cuando se trata de enfrentar al patrón.
Negar representación en los lugares de trabajo o una vez constituida controlarla con el chaleco de fuerza a los delegados, manteniéndolos en el analfabetismo de derechos para cercenar cualquier decisión o reclamo por fuera de lo permitido, el bono de 5 mil en establecimientos donde el 70% tiene contratos de 4 horas y cobrará la mitad, delatar al trabajador que acude a la sede a pedir socorro de un mal empleador, negarle una candidatura a delegado solo para sostener a otro que no sobreviviría a una elección libre. Negociar siempre anteponiendo el privilegio empresario por sobre los intereses de los trabajadores. Arrodillarse ante cualquier gobierno para que hagan la vista de gorda de padrones adulterados, que homologuen acuerdos a espaldas del representado.
Todo eso es el cavalierismo. Es lo que hubo, lo que hay.
Este sistema corrompido desde la médula contra la decisión de los empleados de comercio de tener un sindicato a la altura de los tiempos es lo que estará en juego en 2022 en Capital Federal, o antes si Cavalieri se retira por su propia voluntad o porque el ministerio de trabajo dejó sin efecto las irregularidades que le permitieron asumir en el cargo en diciembre de 2018.
*P/D: Para los más jóvenes. Armando Cavalieri es un individuo que llegó al sindicato de comercio solo para emprender un negocio familiar y testaferros, donde la salud, el turismo, la construcción de sedes, todo queda bajo la mantra de corrupción vinculadas a empresas que prestan servicios a los afiliados, por las que estos deben volver a pagar.
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