Si puede!.
Además tiene el derecho y la obligación de hacerlo. Puede reclamar.
Puede enviar cartas documentos exigiendo el cese de
injusticias contra uno o todos los trabajadores que representa. Puede denunciar ante el ministerio u otro organismo
cualquier incumplimiento de la empresa.
Puede pedir inspecciones.
Encabezar huelgas, etc, etc.
Puede esto, puede lo otro...puede...puede...
Dicho acá en el facebook suena lindo y fácil, pero
sabemos que es muy difícil para un trabajador que representa a sus compañeros
tomar esta decisión, cuando el sindicato no lo acompaña.
También es cierto, que si el delegado frente a un problema
no hace nada -porque no puede o no quiere- el trabajador puede hacerlo por su
propia vía.
Cierto. Si reclamás te van a despedir y si hacés juicio
te van poner en una lista negra y que con la edad que tenés nadie te va a dar
trabajo. O porque estás tercerizado o no estás registrado. Que no podés correr
riesgos y tenés muchas deudas. O porque sos madre soltera y único sostén de
hogar. Que el alquiler. Los hijos. Etc.
(...) PARENTESIS: También es cierto que existen delegados
con voluntad de defender a sus compañeros pero no se les dan las herramientas
necesarias, la información, ni la capacitación para cumplir su función.
Confinándolos a realizar trámites de gestiones
particulares de los afiliados como un servicio del sindicato, si no lo hace
pasa a ser el “inorgánico” al que buscan disciplinar negándole los permisos
gremiales, los viáticos, despidiéndoles compañeros, si esto no resulta le
inician un proceso para destituirlo, todo irregular pero se hace sin mayores
objeciones porque la comisión directiva -que nunca se sabe para que están-
aparece a levantar la mano para desaforarlo y que el delegado pueda ser
despedido como cualquier otro trabajador.
OBSTÁCULOS DEL BUEN #DELEGADO. (Based on a true story).
Era una buena persona. Lo sigue siendo.
Llegó a ese cargo porque sus compañeros le insistieron.
Será un gran representante creían, era el que gritaba en la asamblea. Se
imponía. ¡Hablaba lindo!.
En su rol de cuestionador crónico arengaba casi
insultando a los otros.
Llegó el día. Arrasó en las urnas.
Asumió y fue con su extensa lista de reclamos desoídos
por años.
Esperó una hora cuarenta, en el gremio estaban reunidos.
Tenía todo anotado. Fotocopias. Sanciones, despidos,
maltratos y acusaciones a la desidia del delegado anterior que la comisión ‘no
sabía’.
Lo recibió secretario gremial, el general siempre estaría
ocupado, hojeó los asuntos que ya conocía, le advirtió sobre los riesgos de
avanzar con esos reclamos, que no es el momento.
Al no sonar convincente, cambió el tono, que él sabía cómo
son las cosas, que lleva 30 años ahí, que esto, que lo otro, de ir despacio,
que no hay que poner en juego el trabajo porque cuatro gatos locos molestan con
eso de las enfermedades, la ART, los contratos precarios, que ahora “la calle
está dura”, que “por lo menos tienen trabajo”.
Que al sindicato no le vas a enseñar cómo dialogar con
recursos humanos.
Sobre el caso de la compañera en periodo de lactancia con
problemas de horarios no tiene con quien dejar a su hijo, bueno…que vea con
quien puede dejarlo.
Que todo no se puede.
Que las empresas solo quieren ganar plata, que vea si le
sirve un arreglo para irse, que en esa gestión sí pueden ayudarlo.
Que hacer juicio por eso no conviene, porque son procesos
largos.
Que se tiene que ir. Tiene gente esperando.
Que deje papeles a la oficina del abogado, que la otra
semana lo vea, que tiene programado salir por un tema urgente, que si tiene o
le gustaría cambiar el auto.
Que vamos a ir viendo tema por tema.
Que pase por la oficina de turismo que hay un evento,
necesitan una mano. Que habrá un acto político, que cuántos micros les
mandamos, que el secretario general será candidato.
El delegado, se indigna para adentro, dobla sus papeles,
vuelve al trabajo, da sus argumentos a sus compañeros, con el tiempo serán las
mismas excusas, las que volvieron malos compañeros a los anteriores
delegados...
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